Escrito, pintado

Tomás Ferré, Facundo

Erwin Panofsky se refirió en una ocasión a los criterios, ampliamente modificados a lo largo de la historia, por los que se consideraba «arte» a un cuadro barroco o se tendía a incluir también en el concepto a una blusa rumana del siglo XV. Este libro, en último análisis, podría ser descrito simplemente como una deriva sobre los vínculos entre el «arte» y la «vida». A lo largo de la historia, la evolución de las relaciones entre ambas ha llevado a veces a colocarlas conjuntamente. De otra manera no podemos comprender la asimilación de cualquier «arte» y cualquier «artesanía», tal como la entendía la Edad Media. También los medios de masas modernos sitúan a la par el arte y la vida, especialmente la televisión. En otras ocasiones el «arte» se ha segregado netamente de la vida; es notoriamente el caso de la cultura quizás todavía predominante. El proceso empezó socialmente: los pintores, los escultores, los músicos, los autores de teatro, reivindicaron para sí mismos un estatuto diferente al de los encaladores, picapedreros, albañiles y carpinteros. «Nosotros somos intelectuales», «la materia que utilizamos es simplemente un vehículo para expresar nuestras ideas», “La pittura è cosa mentale” –dijo directamente Leonardo da Vinci–. Finalmente la sociedad reconoció sus aspiraciones, “porque antes había reconocido su arte” como cosa “excelsa” entre las demás cosas.